Agua

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Como mamíferos, la leche humana y la práctica de la lactancia materna son fundamentales para los bebés. La leche materna debe ofrecerse de forma exclusiva durante los primeros 6 meses de vida y complementada con otros alimentos, 2 años o más. Se trata además de un derecho fundamental en los primeros años de vida y un derecho de las mujeres.

 

La leche materna es el alimento estrella, va cambiando según las necesidades del bebé, lo que la hace un alimento único en el planeta. Si el bebé necesita más un nutriente, la leche materna lo produce. Amamantar contribuye más que nada al adecuado desarrollo cerebral, físico.

 

A pesar de su importancia, la lactancia materna viene siendo desestimulada por las multinacionales que producen los llamados sucedáneos de la leche materna. Para esto utilizan estrategias comerciales orientadas a convencer a las madres que su leche no es tan buena, mientras que las de tarro convierten a los niños en astronautas, doctores o ingenieros, toda una trama de publicidad engañosa. Se aprovechan del deseo de las mujeres de dar lo mejor a sus hijos y siembran miedos a las mujeres sobre su capacidad de alimentar adecuadamente a los pequeños; para luego aparecer como redentores regalando tarros de “muestra” con pañales. Posicionan su marca con prácticas antiéticas como el patrocinio de profesionales de la salud, realizan eventos con información amañada y compran conciencias con obsequios, generándoles graves conflictos de interés que terminan por favorecer sus intereses.

 

La cultura occidental cada vez más reemplaza la lactancia materna, por productos ultraprocesados de línea infantil, como las leches de tarro. Dichos productos inducen a las criaturas a ser adictas al azúcar y acostumbran su gusto a los aditivos y los comestibles sintéticos; favoreciendo el ulterior desarrollo de obesidad y otras enfermedades no transmisibles.

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