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¿Qué tanto sabemos de los aditivos en la comida que afectan nuestro cerebro?

Cada vez hay más estudios que constatan la importancia de la alimentación adecuada en la prevención de enfermedades mentales, no sólo físicas.
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Diana Vivas – Rubén Orjuela
Investigadores Educar consumidores

Existe un conocimiento generalizado sobre la importancia que tiene la alimentación para nuestra salud, desde la niñez nos enseñan que debemos comer “para crecer sanos y fuertes” y poco a poco vamos entendiendo que las frutas y los vegetales nos aportan vitaminas y minerales y que necesitamos consumir también alimentos que nos proporcionen proteínas para que el cuerpo se mantenga protegido de enfermedades y pueda tener un proceso adecuado de crecimiento.

Pero ¿qué tan generalizado es el conocimiento acerca de los nutrientes y las proteínas que requiere nuestro cerebro? “El cerebro humano absorbe el 20-27% de la tasa metabólica corporal total; por lo que obviamente el estado nutricional juega un papel importante en la salud mental, y una mala nutrición puede contribuir por ejemplo a la patogénesis de la depresión .”[1]

Minerales como el hierro, selenio y el zinc en el cerebro permiten que se den los procesos metabólicos de los neurotransmisores, la síntesis de algunas hormonas y la síntesis de ADN, entre otras funciones. El ácido fólico y la vitamina B-12 son esenciales para el sistema nervioso central.[2]

La alimentación adecuada, entendida como aquella que nos provee los nutrientes que requieren cada órgano y células de nuestro cuerpo para funcionar adecuadamente y libre de enfermedades, proviene de los bienes que produce la madre tierra, que son fruto del cuidado y el trabajo en el campo y que hoy denominamos “alimentos reales”, en oposición a los cientos de productos que también se pueden comer, que en ocasiones usan ingredientes naturales o derivados de estos, y que siempre incluyen ingredientes sintéticos que muchas veces ni siquiera llegamos a conocer los/as consumidores/as. Este segundo grupo de comestibles o bebidas con aditivos sintéticos se conocen como “productos comestibles ultraprocesados” (PCU) y son en su mayoría productos con conservantes, colorantes, y saborizantes añadidos que como sus nombres lo indican, permiten que los productos duren mucho tiempo, tengan colores llamativos y sepan a algo que guste al paladar. Estos comestibles o bebidas son producidos a nivel industrial, de forma masiva y los ingredientes que usan no son de libre acceso a la ciudadanía en general.

Los productos comestibles ultraprocesados son ampliamente comercializados en los entornos escolares y consumidos por niños y niñas.

Ante la proliferación de bebidas y PCUs a nivel mundial, vale la pena preguntarnos ¿qué tanto conocemos sobre los efectos que tienen ciertos aditivos sintéticos en nuestro cerebro? ¿cómo estos aditivos, que no son nutrientes en realidad, sino que buscan hacer más duraderos y provocativos comestibles y bebidas industrializadas, afectan nuestra salud mental?

A continuación mencionamos algunos ejemplos de lo que ya la ciencia conoce al respecto:

El Amarillo de quinoleina y el Amaranto sintético generan hiperactividad en niños y niñas, este segundo tiene ese efecto cuando es utilizado en combinación con benzoatos (Rodríguez, 2008). Por lo general el Amarillo de quinoleína está presente en PCUs de color amarillo.

La Tartrazina presenta efectos adversos en las funciones de memoria y aprendizaje (Gao et al., 2011) e inhibe enzimas endógenas de defensa antioxidante en el tejido cerebral. (Bhatt, Et Al 2018).

El Azul brillante se ha relacionado con la inducción y la gravedad de algunas discapacidades del aprendizaje y del comportamiento infantil. (Ceyhan, Gultekin, Doguc & Kulac, 2013).

El Amarillo Ocaso o Amarillo No. 6 tiene Efectos adversos en el comportamiento infantil (WHO & FAO, 2011). (Stockman, 2009). Aumenta la hiperactividad en niños y niñas (WHO & FAO, 2011). Se ha relacionado con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y síntomas como: falta de atención, hiperactividad e impulsividad, y algunos casos de cáncer. Puede generar migrañas, asma, inmunosupresión, eccema y ansiedad. (Rovina, Prabakaran, Siddiquee, & Shaarani, 2016). Así como déficit de memoria y aprendizaje en la descendencia. (Axon et al., 2012; Ceyhan, Gultekin, Doguc, & Kulac, 2013; Sayed et al., 2012; Yadav, Kumar, Tripathi, & Das, 2013).

El Glutamato Monosódico (GMS) actúa como un acentuador o potenciador del sabor y está clasificado como un aditivo alimentario (E621). Está relacionado con obesidad, alteraciones de la función hipotalámica; pseudo-adicción a los productos que lo contienen, depresión nerviosa severa, esquizofrenia, tendencias suicidas en población joven y epilepsia. (Zehra Kazmi, 2017).

Ante esta evidencia nos preguntamos ¿qué tanto tiene que ver nuestra salud mental o emocional con los comestibles o los alimentos que ingerimos? tienen mucho que ver: mientras los alimentos nos proporcionan los nutrientes naturales que requiere nuestro cerebro para mantener un adecuado funcionamiento, los aditivos presentes en los PCUs proveen ingredientes sintéticos dañinos para nuestro cerebro.

No es ético que existiendo evidencia sobre lo dañinos que resultan ciertos aditivos, los mismos sigan siendo empleados de forma libre en la elaboración de PCUs, los consumidores y consumidoras tenemos derecho a conocer esta información y con esta, decidir de forma libre si queremos continuar consumiendo comestibles o alimentos. Nuestra salud, entendida como el mejor estado posible del cuerpo y la mente, depende en gran medida de los alimentos y de que no la afectemos consumiendo aditivos dañinos. 

Finalmente, entorno al hábito de comer, y considerando las prácticas de mercadeo que llevan a cabo las industrias de comestibles y bebidas ultraprocesadas, que por lo general utilizan campañas para publicitar sus productos en los medios de comunicación masiva y en las redes sociales ¿qué tanto influye la publicidad en el condicionamiento y entorno en que decidimos qué productos comer? Este tema será objeto de un próximo análisis.

Este artículo también será publicado en el boletín de la Red de Cuidados y Ciudadanías.


[1] Rodríguez, A. Solano M Nutrición y Salud Mental: Revisión Bibliográfica. REVISTA DEL POSTGRADO DE PSIQUIATRÍA UNAH VOL.1, NO.3. ENE-JUN, 2008. Pág. 1.

[2] Ídem.